Quizá llegué la noche
y me encuentre en el alero
de los desubicados
igual que un pájaro triste
observando las cometas
el cielo que atardece en tus brazos
con la desidia de abril
mientras en la sombra del día
la benevolencia nocturna del aire acaricia
las lomas de tierra
y enciende los candiles
como ojos de gato que esperan en silencio
y buscan al tacto siluetas de amantes
que tiemblan en sus ojos
en aquellos recuerdos que no han de morir
porque escuchan el rumor del mar
y despliegan sus alas al momento
y se van de la mano calle arriba
para huir o quizá para quererse
dejando atrás el sonido de sus pasos
y el brillo de tus labios
que aún no han perdido sus libélulas
a pesar de la penumbra
que se cierne sin piedad sobre este valle
de estrellas apagadas
y rumores lejanos
que regresan sin orden
del cajón donde guardas la nostalgia
y los primeros versos de un poema
que aún busca la palabra precisa
en el libro de un corazón herido de quererte.
en el libro de un corazón herido de quererte.