domingo, 11 de diciembre de 2016

Estación de autobuses

Hay días 
que se van sin equipaje, que trazan 
algún itinerario
como una sombra busca
un cuerpo que le encaje.

Hay días
donde un palmo de distancia
es una senda hosca y aterida,
un paso a nivel que no se abre,
una cancela tensa y oxidada.

Hay días 
donde escribo porque no sé sonreír 
como un viernes que espera 
en el murmullo de las horas 
que habita en los vestíbulos
el anuncio de un destino,
subir a un autobús,
salir de la ciudad y confundirse.

Dejas la maleta
subes
buscas sitio.
Yo regreso también sin equipaje.

Hay días
donde escribo porque busco las palabras
escondidas en los huecos de mi voz,
en la claridad de su silencio,
en su intimidad de viento y de caricia.

Te vas
saludas
se aleja el autobús.
Yo regreso también sin equipaje.








domingo, 10 de julio de 2016

Escuchas telefónicas (micropoema)

Hablas con una voz antigua
Cuando descuelgo la piel de tu silencio.
El tiempo, como siempre, me delata.



domingo, 5 de junio de 2016

Soneto abierto





Nazco de la explanada como un brote
efímero, fugaz como un dislate.
De la vida me puede el disparate
cuando asomo al misterio de su escote.

Presento rendición ante el azote
del tiempo vil que todo lo rebate
si deja algún ayer que me arrebate,
lluvia dulce, que nunca me derrote.

Nada espero tener, salvo el destello
que descuida el naranjo en la mañana
cuando un rayo de sol criba su flema.

Soy sin más, el que ama sin resuello,
el necio, el soñador, el tarambana,
que se deja la vida en un poema.







domingo, 15 de mayo de 2016

Lisboa




Hay en tu rostro una nostalgia de océano, 
una desidia de cuerpos sumergidos
bajo el deseo de una estrella errante,
tal vez la pesadumbre del viajero que regresa 

envuelto de noche y raíles
y recuerda las luces de Chiado, 
la terraza del cielo,
el jardín de azoteas,
la soledad de dos;


y regresa cada noche de Lisboa
con la dulce humedad de sus cenizas, 

el sentir de Pessoa y la tibieza
de un albornoz de hotel,
y persigue la sombra de la luna
al son del fado de la voz herida;


regresa con preguntas que no tienen respuesta, 
pregunta por la calma del tiempo en los tranvías, 
por el viento agitado del Atlántico
donde espuma el deseo que eriza la piel

y asciende a unos labios por las calles estrechas 
de Lisboa en la lluvia de Octubre;

regresa sin saber que regresa,
sin regresar del todo,
con los ojos abiertos en penumbra,
como si entendiera después de tantos años 

que nada hay más cierto que la duda
como nada más cercano que dos cuerpos 

bajo una estrella errante.