martes, 18 de diciembre de 2012

Otoño ( II )





Vivir es ir doblando las banderas

         Luis García Montero
Alba de Otoño
con la ventana suya abierta al mundo, 

cielo de ausencia gris sobre los ocres, 
desprende el viento sibilino de la noche 
penas de la arboleda,
frío, algo de frío,
una manta con olor a soledad de armario, 

el humo del café,
los restos del cigarro,
todo parece en orden y sin embargo nada 

puede reconocerse.

No es que sientas nostalgia de todo lo perdido, 

no es que mires atrás por lástima o despecho,
                                sucede 
que ya no reconoces el rostro que te observa
con cara de pregunta 
o duda razonable.

Supo de ti aquél alba de Otoño
en que la noche trazó surcos sobre la losa fría, 

con una nota de esperanza en la pared
huyó de ti sin ti y sin paradero,
sin dejar seña o consigna,
la prueba irrefutable que tus ojos
esperarán mañana.

Ahora estás tarareando su canción,
por eso te cimbreas con el vaivén de las ramas
ante la dulce simetría de los edificios
donde la timidez de la cúpula despuntaba
por sobre los tejados,
donde fue suyo el Palacio de Oriente, la Almudena 

malherida que huía de sus ojos,
en los años clarísimos,
cuando se desnudaban las ramas de los chopos
y buscaba cobijo en tu resuello incierto
y sentía el futuro caminar en tu frente
hacia la tierra prometida que no habita.


Porque miras con la distancia de los años, 

los mismos años que agrietan
las fotografías,
los mismos años que persiguieron

la felicidad,
le recuerdas inocencia, corazón e incertidumbre 

en el alba de este Otoño, le recuerdas,
los paseos contigo por la Cuesta de la Vega, 

el zigzag del ascenso hacia los sueños
por donde franqueaba la muralla derruida,
la Almudena malherida que le amaba,
en la calle de Bailén que le postró a los pies 

del Palacio de Oriente donde era tan pequeño,
- tan pequeño como ahora cuando vuelve
le recuerdas
con andar desgarbado e inseguro
descender los escalones en la plaza de la Ópera
para tomar el metro de regreso
hacia la tierra del ayer que ya no habita.


Definitivamente tiene que marcharse, 

se alejará sin rencor por las fisuras 
de la memoria herida,
quizá vuelvas a verle,

quizá no le conozcas,
quizá venga por ti algún invierno
y ocupe su lugar junto a la mesa
y no te haga reproches cuando afirmes que vivir, 

vivir es ir doblando las banderas,
vivir es arroparse para vencer el frío
en este Alba de Otoño,
con la ventana suya abierta al mundo. 





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sábado, 24 de noviembre de 2012

Otoño ( I )









Rendido
a la doméstica zozobra que produce
saberse el enemigo,
al silencio en la piel
que vino a prevenirnos del invierno,
algún otoño debe invocarse 
en el cielo de tu nombre.

Si te llamas amor,
si tienes un segundo que no acoja
la sombra de la noche,
si traes un pozo de luz,
un manantial de treguas destilando
alcohol sobre tus labios;
si te llamas amor,
en la copa vacía del deseo
yo podría esperarte.

Yo podría esperarte
con la noche entreabierta,
la mirada perdida
del abrazo desierto,
el murmullo del templo
donde nada se adora.

Yo podría esperarte.

Si te llamas amor,
si tienes un segundo que no acoja
la sombra de la noche,
no descarta la vida
que algún otoño deba invocarse 
en el cielo de tu nombre.






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viernes, 22 de junio de 2012

Melomanía







Suena la voz del lirio,
con un viento de nostalgia acaricia
la crin de la ciudad. La noche gira
tendida en un vinilo
a treinta y tres revoluciones solitarias,
un saxofón araña
todos los bulevares.

Sentado en el quicio de la lluvia,
ella llega despacio, camina
sobre notas de humo, levemente
habla sola o con la luna
paseando a la luz de su arrebol mientras confiesa
que olvidó la melodía,
que vive de un amor en sol menor,
que me buscaba en todos los silencios

                                                (allí su pecho dulce
canción de contrabando)

Han palpado sus labios
tres acordes de jazz y una caricia.

Como en un duermevela he suplicado
que me lleve con ella

                                      (de su mano
por el manso jardín donde las horas
deshojaban la fronda de la vida)

Alguna vez ahogamos nuestras penas
tan ávidos de amor
en el vaso de bourbon de la noche.

Alguna vez tan sólo fuimos aire,
la sombra de un albatros.



En noches como esta la esperaba sin tiempo
asomado a la baranda de la lluvia
y ella bajaba
                     de una estrella
                                             susurrando

el amor es una brecha que nos sangra hacia adentro.
La noche trae una bruma de tristeza,
un candil a la vera de sus labios.
Suena la voz del lirio,
con un viento de nostalgia acaricia
la crin de la ciudad.










sábado, 28 de abril de 2012

Juventud




Recuerdo
la vereda blanca,
la brisa danzaba sobre el río,
bañados por el agua de los primeros versos
que fuimos tu y yo.

Transitábamos juntos el sendero de Mayo
con la primera luz,
arropados
por la vegetación y la osadía
que tuvo lo posible, la brisa
danzaba sobre el río,
agitaba las ramas de los sueños,
la falda de la rosa primitiva.

Como savia vertida por el roble,
Como hojas frescas tendidas en la sombra,
Como piedra rodada que bajara hacía el río
Como una certeza
contuvimos
el color
reflejado
de lo eterno;
en la palma de las manos aquél mundo
el vergel que recuerdo
desde un balcón lejano
asomado al teatro del crepúsculo.


A la tarde aquel tren tan solitario
que surcaba el silencio
entonaba canciones y viajeros sin rostro
saludaban al aire y la inocencia;
el caracol descendía despacio por la hiedra
para amarte sin tiempo.

Recuerdo
la casa familiar
del tiempo detenido,
las horas eran piezas de un reloj
tan desarmado
y una sonrisa tuya marcaba los minutos
y entonces era el río,
la sombra y la vereda,
la tarde y aquel sueño imposible de tenernos
para siempre.