Nazco de la explanada como un brote
efímero, fugaz como un dislate.
De la vida me puede el disparate
cuando asomo al misterio de su escote.
Presento rendición ante el azote
del tiempo vil que todo lo rebate
si deja algún ayer que me arrebate,
lluvia dulce, que nunca me derrote.
Nada espero tener, salvo el destello
que descuida el naranjo en la mañana
cuando un rayo de sol criba su flema.
Soy sin más, el que ama sin resuello,
el necio, el soñador, el tarambana,
que se deja la vida en un poema.
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