domingo, 15 de mayo de 2016

Lisboa




Hay en tu rostro una nostalgia de océano, 
una desidia de cuerpos sumergidos
bajo el deseo de una estrella errante,
tal vez la pesadumbre del viajero que regresa 

envuelto de noche y raíles
y recuerda las luces de Chiado, 
la terraza del cielo,
el jardín de azoteas,
la soledad de dos;


y regresa cada noche de Lisboa
con la dulce humedad de sus cenizas, 

el sentir de Pessoa y la tibieza
de un albornoz de hotel,
y persigue la sombra de la luna
al son del fado de la voz herida;


regresa con preguntas que no tienen respuesta, 
pregunta por la calma del tiempo en los tranvías, 
por el viento agitado del Atlántico
donde espuma el deseo que eriza la piel

y asciende a unos labios por las calles estrechas 
de Lisboa en la lluvia de Octubre;

regresa sin saber que regresa,
sin regresar del todo,
con los ojos abiertos en penumbra,
como si entendiera después de tantos años 

que nada hay más cierto que la duda
como nada más cercano que dos cuerpos 

bajo una estrella errante.