una calle vacía, bajo una luz hiriente
y un sol de mil demonios;
aún se peina los bucles al viento de la noche,
agita la arboleda en el camino
su color esperanza;
como una postal de precaria quietud
cobra vida despacio,
como un resucitado;
se retira del pecho el puñal de la prisa
mientras lame su herida
anónima
y profunda.
con Agosto pegado a su piel de elefante,
con un sol tan ceñido
que no queda respiro
bajo las arboledas, siempre verdes y altivas,
tan color esperanza.
al mirar hacia atrás hay un hondo vacío,
hay un mirlo que vaga sobre brasas
de estío,
hay recuerdos heridos de algún perro
sin dueño,
hipotecas de lujo para pisos
pequeños,
ventanas que bostezan por falta
de sueños,
la pereza en un coche,
un semáforo ausente que da paso a un risueño
transeúnte, un columpio mecido
por un niño de viento,
hay rosales vencidos
que no tienen aliento,
una fuente que duerme y que brilla sin brillo
junto a las arboledas,
siempre verdes y altivas,
tan color esperanza.
con su piel de elefante,
con sus ojos de liebre,
se hace la manicura,
quiere ser ya Septiembre.
la de las arboledas,
siempre verdes y altivas,
tan color esperanza.